Vamos a hablar del incienso, no sólo como un producto
aromático característico y usado en las procesiones de Semana Santa, sino como
elemento importante en las celebraciones religiosas.
Antes de nada, debe aclararse que el uso del
incienso, está documentado por estudios arqueológicos que indican que
ya en el Antiguo Egipto era utilizado, como así se ve en
los relieves de los Templos de Deir el-Bahari en los que se observan las
nubes de humo del incienso. Por tanto, desde hace miles de años el
incienso se ha usado para potenciar la espiritualidad y acompañar las oraciones a las divinidades. Así, los
judíos, en
sus rituales religiosos, usaban el incienso para
perfumar el altar de los sacrificios y lograr que la ofrenda fuese de grato
olor para Yahvé, tal y como se dice en el Antiguo Testamento:
Levítico (6:15)
“Uno de ellos tomará un puñado de la flor de harina de la ofrenda, con su aceite y todo el incienso que está sobre la ofrenda, y lo hará arder sobre el altar como un memorial de olor grato al Señor.”
Incluso se compara el ascenso del humo del incienso con la elevación de las
plegarias:
Salmo
141:2
"Suba mi
oración delante de Ti como el incienso".
Los Romanos,
también usaron esta resina aromática y fueron ellos quienes nos legaron su
nombre, por cuanto incienso proviene de la palabra en latín “incendere” que se
puede traducir como encender, quemar y sobre todo, "iluminar" (en su acepción más simbólica).
A partir
del siglo IV d.C., la primitiva Iglesia Cristiana, introdujo el incienso como lenguaje simbólico
en sus rituales (antes no se usaba al considerar que dicha práctica
podría confundirse con algún otro acto de culto no perteneciente a la religión
cristiana –como así había pasado con las prácticas religiosas paganas anteriores-). Por tanto, el incienso se une estrechamente al
Cristianismo llegando hasta hoy para acompañar y realzar los actos
religiosos en los que se estipula, cómo ha de ser su utilización
litúrgica según el “Ceremoniale episcoporum”:
Art 84: El rito de incensación expresa reverencia y oración,
como se da a entender en el salmo 140,2 y en el Apocalipsis 8,3.
Otros artículos aclaran que su uso
(sólo incienso puro o en porcentaje mayor a otro producto que se pueda agregar
a la mezcla) ha de ser:
Art. 88: …de
ordinario, en las procesiones de la Presentación del Señor, del Domingo de
Ramos, de la Misa en la Cena del Señor, de la Vigilia pascual, en la solemnidad
del Cuerpo y de la Sangre de Cristo; en la solemne traslación de las reliquias,
y en general en las procesiones que se hacen con solemnidad.
El incienso al ser quemado y aventado,
produce un olor y ambiente místico.
En Semana Santa, el incienso se quema en
varias ocasiones a lo largo de la liturgia. Una de las más solemnes ocurre en los Oficios del Jueves Santo, que es cuando el Sagrario del Altar Mayor queda
vacío y las formas consagradas se custodian en un sagrario o recinto en otro lugar de la Iglesia.
Nos viene a la memoria, ahora mismo, la estampa en la
que terminada la oración tras la comunión, comienza la procesión dentro de la
Iglesia, presidida por la cruz entre velas e incienso, en la que se lleva el
Santísimo por la Iglesia hacia el lugar de su reserva.
Y es ahora cuando el incienso fuera del Templo tiene ese halo aún mayor de misterio, cuando en las procesiones, llevado por un
cofrade que hace las funciones de acólito turiferario o portador del incienso
(el incensario o recipiente donde se quema esta resina se llama también turíbulo
del griego “thus”, que significa incienso), el incienso envuelve a las imágenes en una
nube de solemnidad y misterio. De hecho, el olor del incienso
impregna las calles de santidad.
El olor a incienso es, olor a Semana Santa,
y el balanceo de los incensarios envueltos en espeso humo, una de las estampas
más características de las celebraciones religiosas de esos días tan
señalados.
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